jueves, julio 16, 2009

La vivencia de un desierto...


Esto es un fragmento de algo que escribí cuando estaba en Guadalajara hace poco menos de un año... vivía una situación de desierto, un situación que a grandes rasgos parecía la peor de todas pero que en lo profundo generaba cierta reconstrucción interna de la cual no me percataba o al menos no gozaba... estar en el desierto no es muy gozoso; existen distintos elementos que provocan incomodidad, pérdida de sentido, dolor y muchas lágrimas... no cabe duda que el desierto golpea mucho, cincela, diría otro, pero sin duda transforma y permite un conocimiento interno que en muy pocas ocasiones se puede llevar a cabo... el desierto, sinónimo de cambio...





Por eso te voy a seducir… te llevaré al desierto y te hablaré al corazón…

Hoy vivo una situación de desierto, lo quiera o no. Seguridades perdidas, muros derrumbados o a punto de caer, soledad… es inútil reforzar con diques de paja esta realidad. Es necesario que viva hasta el fondo las dimensiones sin fin.
Reconciliarme con el desierto, con mi desierto, es vivir la prueba de la provisionalidad, de la precariedad. Mi desierto es el lugar en donde mi realidad es despojada de las apariencias, purificada de lo efímero y reducida a lo esencial, a lo indispensable…
En mi desierto me encuentro ante un cielo sin límites, frente a la arena y mi propio ser, nada más… aquí me veo obligado a encontrarme conmigo mismo… cara a cara conmigo mismo… por eso mi desierto me fascina y me asusta… La esencia del desierto es la ausencia de hombres, abstinencia de presencias…
Mi cara a cara es el preludio del cara a cara con Dios, así el desierto es lugar de encuentro con Dios, con el Dios que está presente pero escondido, secreto… El desierto bíblicamente es el lugar de la liberación, pero el programa de la libertad no es una lista de facilidades o de privilegios… austeridad y caminos difíciles… DIOS SE HACE SEGURIDAD PERO A CONDICIÓN DE QUE EL PUEBLO EN CAMINO PIERDA SUS SEGURIDADES HABITUALES…
¡Qué tremendamente paradójico resulta que el desierto pueda florecer, que el silencio pueda convertirse en mensaje y que la soledad se convierta en comunión!
Desierto: la prueba de mi profundidad.

Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto… ¿Nos han sacado a este desierto para matarnos de hambre a toda la comunidad?

La gran tentación de mi desierto es la seguridad. En la nostalgia, en el pasado, en las personas añoradas, en mi condición perdida está mi seguridad… una seguridad efímera.
En algunos momentos de llanto quisiera dejar este desierto, encontrar la salida y simplemente abandonarlo. Aquí la impotencia de no poder hacer nada más que esperar y caminar… me siento verdaderamente impotente al tratar de buscar salidas fáciles que respondan a mi ansía de realización inmediata y de evasión ante el enfrentamiento cara a cara conmigo mismo. Creo que me tengo más miedo a mí mismo que a Dios.
Los israelitas no habían tenido aún la oportunidad de gozar de la liberación cuando ya estaban añorando la esclavitud pasada. Similar condición estoy viviendo. En ellos, el sabor de las cebollas dadas en Egipto les impedía saborear la liberación presente…
Hace poco que me interné en mi desierto y vivo la añoranza quejumbrosa de un pasado esclavizante.
No es nada fácil dejarme liberar. No es nada fácil aceptar que estoy perdido y que en este desierto como en otros nunca sabré cuándo estoy apunto de llegar… tengo la necesidad de seguridades, de estar protegido, de evitar elecciones decisivas… ¡Oh Dios, lo último!... elecciones decisivas…
Cuando todo lo tenía tan claro, cuando todo estaba tan en paz, tan en su sitio… cuando había alguien que decidía por mi, cuando ya todo estaba programado detalladamente… cuando me quejaba de lo anterior y sin embargo ahora tontamente lo añoro… ¡qué desdicha!
Soy productor de seguridades… tengo miedo a quemarme en el fuego de la verdad, a caminar descalzo por el fango y a mojarme bajo la lluvia… CRISTO SALVA MI CORAZÓN DÉBIL!!! Cristo me salva escapando hacia delante. Él es el que me espera, nos espera, siempre más allá… cuando lo alcanzo se escapa… sobrepasa mis lógicos argumentos y va más adelante…

Estoy cubierto de polvo y fango…
He caminado por caminos no trazados,
me he herido al penetrar a esta jungla desértica…
No estoy caminando por el camino oficial,
por el camino pavimentado, el camino que pisa la mayoría, el camino
en donde la semilla es aplastada y muere…


Ustedes, caminantes de autopista, envejecerán placidamente y estimados por el mundo; tendrán los aplausos y las medallas que el mundo reserva para los más vistos…
Mi vida será encontrada herida en la cumbre más alta o en las profundidades del océano… Caminaré gustoso por donde voy perdido… tomaré el lugar del que es olvidado y buscado únicamente por su Señor… mi amo me encontrará.


“No temas que yo estoy contigo… ¿No recuerdas el pasado? Pues bien, he aquí que yo lo renuevo: ya está en marcha, ¿no lo reconoces? Sí, pongo en el desierto un camino, senderos en el arenal”

¿A dónde he venido a parar? Abandoné sin darme cuenta el camino principal y caído en esta encrucijado encuentro de caminos por donde ir…
Ante la tormenta de arena mi vida se tambalea entre la esperanza y la cólera… el agua se acaba, no se ve ninguna huella sobre la arena y no se leer las estrellas…
Vivo la desorientación, me pega un viento de desconfianza, domina en mí la incertidumbre… es muy difícil ver con claridad… ¿A dónde iré a parar Dios mío? ¡Qué quieres! ¿Cómo salgo de este camino de sudor y lágrimas?

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